El ultraderechista Anders Behring Breivik afirmó también, durante la segunda jornada de su juicio , que había "realizado la operación más espectacular hecha por un militante nacionalista en este siglo". Negó que él fuera un enfermo mental, y aun más, dijo sentirse orgulloso de lo que había hecho.

Breivik aseguró que volvería a perpetrar la masacre del 22 de julio en la que mató a 77 personas. Para él, los jóvenes del Partido Laborista que asesinó en la isla de Utoya eran "ingenuos adoctrinados, no eran niños inocentes, sino militantes políticos.

"Matar a 70 personas puede impedir una guerra civil", dijo Breivik. Según el acusado, "la gente que me llama diabólico confunde ser diabólico con ser violento". Breivik explicó que la diferencia radicaba en la intención: cierto tipo de violencia servía, según él, para impedir otra violencia mayor aún."Cuando la revolución pacífica es imposible, la única opción es la revolución violenta", prosiguió Breivik, que siempre se refirió a "nosotros" al hablar de su causa, dando a entender que representa a un movimiento más amplio.